Cuando los hijos llegan a la adolescencia es muy habitual que no exista un nivel de confianza con las madres y padres. Los primeros cambios los experimenta el cuerpo. Después el adolescente entra en contacto con nuevos grupos sociales, descubre la sexualidad, se enamora. Más adelante tendrá que tomar decisiones sobre su futuro: ¿Quién soy yo? ¿Qué he venido a hacer en esta vida? A los padres les gustaría acompañarles en esta etapa, pero muchos de ellos se encuentran con una indiferencia y desconfianza por parte de sus hijos y esto sucede porque no han sabido establecer una relación de confianza en la niñez de sus hijos.
Es verdad que vivimos en la sociedad de las prisas, que el tiempo es escaso, que estamos hiperconectados a todas horas y que el sistema es cada vez más exigente. Aún así, hay que tener claro que cada niño se merece un tiempo de intimidad a diario con mamá y con papá.
Es importante que enseñes a tus hijos a expresar las emociones desde bien pequeños. Es un error habitual decir: “No llores, que no ha sido nada” cuando se ha dado un golpe, o bien “Los niños valientes no lloran”.
Del mismo modo, tienes que partir de la base que los hijos captan todas tus emociones y, por tanto, debes hacer un esfuerzo extra para mostrar lo mejor de ti, aunque hayas tenido un mal día. Ya conoces el dicho de “al mal tiempo, buena cara”.
Tienes que ponerte en el lugar de tu hijos, utilizar un lenguaje adecuado para su edad e interesarte por temas que le inciten a hablar. Si le preguntas sobre qué ha hecho hoy en el colegio, quizás su respuesta sea breve. Si te interesas por sus dibujos animados preferidos o por el juego de la hora del recreo seguramente se animará más a hablar: “¿A qué habéis jugado?”, “¿Te has caído?”
Nunca hay que mentirles. Aunque intentemos engañarles para protegerlos o para no darles una mala noticia, ellos captarán que algo no anda bien y la incertidumbre hará que lo pasen peor. Las mentiras generan desconfianza.
También genera desconfianza el hecho de no cumplir las promesas. Es un error crearles falsas expectativas que después no se llevarán a cabo, solamente para que se porten bien en un momento determinado. Si lo hacemos, nuestros hijos se sentirán engañados y manipulados.
A pesar de las múltiples obligaciones, mamás y papás deben esforzarse en buscar esos espacios de relación con cada hijo o hija. No es tan importante la cantidad de tiempo como la calidad, si es que queremos crear un clima de confianza y un vínculo duradero.
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