Antes de haber tenido hijos, hemos sido bebés, niños, adolescentes y adultos. Tenemos nuestra historia personal, nuestros recuerdos y todo lo que ha ido confeccionando quiénes somos y cómo actuamos. Por ello somos personas llenas de vivencias y sentimientos, que vivimos de un modo u otro según lo que hayamos experimentado.
Esto mismo nos hace diferentes y especiales, nos caracteriza y distingue de los demás. Nos hace únicos.
Porque la vida no es sobreproteger ni vallar el mundo de tus hijos, sino acompañar y alentar desde la experiencia y la empatía.
Que tu experiencia sirva para mostrarte accesible y comprender a tus hijos, con la empatía como base, junto al cariño y la ayuda. Pero que no sea un colchón de miedos en el que tengan que crecer porque tú experimentaste o sentiste de un modo concreto ante una situación.
Los miedos deben vivirse, hablarse y servirnos para crecer. Debemos sobreponernos a ellos. Nos deben servir para crecer.
Los miedos no deben impedirnos caminar, atrevernos, disfrutar, experimentar o vivir. Deben ser un sentimiento más dentro del día a día y nosotros somos los responsables de que el miedo no sea un tabú y sea un sentimiento más que nos invite a crecer.
Y tú, ¿compartes tus miedos con tus hijos sin contagiárselos? ¿Crees que es importante alentar desde la empatía a tus hijos y a no temer a la hora de experimentar?
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